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Los infiernos
LOS INFIERNOS
Los pueblos caldeo y persa tenían la firme creencia en la ley de los renacimientos, en la que sostenían que el alma era un ser espiritual bastante complejo y que pasaba por toda una serie de experiencias terrestres así como en otros mundos, hasta alcanzar tal grado de pureza que quedaba relegada la necesidad de nuevas encarnaciones.
Los egipcios ya creían en la reencarnación tres mil años antes de Cristo, según el historiador griego Herodoto (siglo V a.C.). Estos narran como Osiris, el dios que personificaba el mundo del conocimiento esotérico, lo llevó desde Egipto hasta la India, bajo la forma de un toro moteado (nexos entre religiones asiáticas e indoeuropeas).
La teoría egipcia sobre la Reencarnación traspasó sus fronteras hasta Grecia hacia el siglo XV antes de Cristo. Antes de que los propios griegos se asentaran definitivamente en la que sería su tierra nativa existían los llamados Misterios Eleusianos, llamados así por su procedencia de Eleusis, (recordar culto de Deméter) situada a veintidós kilómetros de Atenas, y cuyo tema central era la Reencarnación.
El gran iniciado Hermes Trismegisto (2.670 a.C.) en su colección de diálogos agrupados con el nombre de Corpus Hermeticun, el Discurso perfecto, conservado en traducción latina con el nombre de Asclepios, decía que las almas bajas y malas permanecen encadenadas a la Tierra por múltiples renacimientos; pero las almas virtuosas suben volando hacia las esferas superiores.
Así se expresa en el diálogo mantenido con Asclepios, referente a las recompensas y castigos que recibirán los hombres según su actuación: "Tal es, en efecto, la recompensa que aguarda a los que llevan una vida de piedad para con Dios y de atento cuidado del mundo. En cambio los que hayan vivido en el mal y la impiedad, aparte de ver que se les niega el retorno al cielo, son condenados a pasar a cuerpos de otra especie en virtud de una migración vergonzosa, indigna de la santidad del espíritu. "
También hay una entre las muchas leyendas en la que la diosa Perséfone tejía nuevos cuerpos para viejas almas, y bajo esta creencia, algunas almas pedían el agua del recuerdo que fluía de una fuente en Hades, y en su próxima encarnación ésta podía recordarles detalles de su anterior vida.
Esta creencia fue difundida por Pitágoras, quien afirmaba de esta ley que no sólo observaba, sino que tenía en cuenta todas las desigualdades existentes en la vida terrestre del hombre, expresando que "una vida en la carne, no es más que una anilla en la larga cadena de la evolución del alma". Fue tema común entre sus discípulos en la escuela iniciática que creó en Crotona, en la isla de Sicilia, en que refería en más de una ocasión ciertos pasajes de alguna de sus cuatro últimas vidas que recordaba.
De las vidas anteriores de Pitágoras nos habla el historiador Heráclides Pontino, explicando que antes de reencarnarse como tal, este fue Etálida, hijo de Hermes, quien le ofreció el destino que prefiriera o más le gustase, excepto la inmortalidad, pidiéndole este tan solo el de poder mantener viva la memoria de todas las vidas que habría de vivir; de ahí que Pitágoras las recordase.
Después de fallecer como Etálida reencarnó en Euforbo, herido de muerte durante la Guerra de Troya por el propio rey Menelao, volviendo en la figura de Hermótimo y más tarde en Pirro, un humilde pescador de la isla de Delos. Aparte de estas cuatro vidas por las que pasó Pitágoras, el tratadista Aulo Gelio, añadió dos más, las de Pirandro y Alco, esta última, una conocida prostituta de la época.
Al igual que Platón, Sócrates afirmaba: "Las almas toman nuevos cuerpos para repetir una y otra vez sus vidas físicas, a fin de desarrollar las facultades de la psiquis y adquirir la sabiduría". Así lo podemos apreciar en este diálogo sostenido con uno de sus discípulos en el que evidencia claramente la existencia del alma humana antes de su nacimiento en la Tierra: "También me parece a mi, Cebes, que nada se puede objetar a estas verdades, y que no nos hemos engañado cuando las hemos admitido; porque es indudable que hay un regreso a la vida; que los vivos nacen de los muertos; que las almas de los muertos existen; que las almas buenas libran bien y las almas malas libran mal".
Por otro lado, Plotino, en sus "Eneadas" asienta lo siguiente: "Se trata de un descubrimiento reconocido desde la más remota antigüedad que si el alma comete faltas se ve condenada a expiarlas sufriendo el castigo de los tenebrosos infiernos. Después es admitida a pasar por nuevos cuerpos para volver a comenzar sus pruebas"....... "Cuando nos vemos descarriados en la multiplicidad, estamos de hecho siendo castigados por nuestro propio alejamiento; después, cuando volvemos a tomar cuerpos físicos, gozamos de una condición menos feliz". (una tosca explicación sobre la fealdad o defectos en personas desde su nacimiento, n.del a.)
Porfirio, en su Caverna de las Ninfas, refiere que los egipcios reconocían en el cielo dos puertas: La Puerta de los Hombres, por la que penetraban las almas que venían a la Tierra para animar los cuerpos de los hombres; y la Puerta de los Dioses, que daba paso a las almas que después de la muerte subían al cielo. También eran llamadas la Puerta de la Vida y la Puerta de la Muerte (De Briere).
Como hemos podido ver además de Pitágoras, Sócrates y Platón, también Apolonio y Empédocles entre otros, popularizaron la creencia de la ley de los renacimientos de las almas en nuevos cuerpos físicos, como camino eficaz para alcanzar el progreso del espíritu. Hoy en día resurge este pensamiento con fuerza ante la crisis de fe e ideas y el desencanto y apatía que generan las distintas religiones, demasiado ocupadas en no perder su parcela de poder y que no saben dar respuesta a las inquietudes y preguntas de los humanos.
"Cuando los oídos del discípulo están listos para oír, llega la voz del Maestro a llenarlos de sabiduría". Hermes.
ÉREBO. EL REINO DE HADES
Para los griegos, el Infierno era la morada de todos los muertos, no solo un lugar de castigo para las almas de los condenados, como en el Infierno de los cristianos, sino el lugar donde van a parar todas las almas y donde se decide su destino.
Era denominado con el nombre de El Hades, reino de Hades, El invisible, o con el nombre de El Érebo, las tinieblas.
En él reina el temido Hades con su esposa Perséfone, hija de sus hermanos Zeus y Deméter. Hijo de Crono y Rea, le correspondió el mundo de las tinieblas en el reparto establecido por su hermano Zeus después del derrocamiento de su padre y el posterior triunfo sobre los Titanes. Es dueño de las riquezas del subsuelo y rige la fecundidad del suelo. Su atributo principal es el famoso Casco de Hades, regalo de los Cíclopes que concede la invisibilidad al que lo porta. Su reina, Perséfone, fue raptada por él mismo prendado de su gracia y belleza.
Los Infiernos mitológicos no son un espacio subterráneo forzosamente, en el canto XI de la Odisea donde Odiseo accede por mar al país de los muertos, éste se encuentra situado en el extremo septentrional del mundo, más allá del Océano que rodea la tierra separando el mundo de los vivos del de los muertos; según los griegos las columnas de Hércules, situadas en el estrecho de Gibraltar, marcaban el fin del mundo, tradición heredada de los fenicios que construyeron el templo de Melkart en Cádiz y lo asimilaron al estrecho. También se le sitúa en Occidente, lugar donde se oculta el Sol, y punto contrario a Oriente, que pertenece a la Aurora y se identifica con el renacer. Allí se situaría el país de los Hiperbóreos, donde Apolo poseía extremas riquezas en oro guardadas por los Griffos, animales fabulosos con pico de águila y cuerpo de león que poseían alas, de los Arimaspos, tribu que deseaba el oro.
El término latín inferi (espacios inferiores) sugiere su situación bajo tierra, asociado sin duda a los ritos de inhumación y a las imágenes de muerte seguida de retorno a la tierra que ofrece el ciclo vegetal. Homero y Hesíodo, fieles a este pensamiento, ya distinguen un Hades subterráneo y a mayor profundidad el tenebroso Tártaro, verdadera concepción del Infierno cristiano, donde permanecen los que osan rebelarse contra los dioses, imponiéndose finalmente este criterio en Grecia y posteriormente en Roma. En la Eneida, en contraste a la Odisea, Eneas sí desciende a los Infiernos guiado por la sibila de Cumas, donde Virgilio nos muestra una descripción bastante detallada de los infiernos.
En primer término se sitúa la morada de los muertos insepultos, los cuales no podían franquear el Estige después de al menos cien años. La morada de los muertos se halla poblada por sombras inmateriales, espectros de los seres vivos, cercada por ríos pavorosos: El Éstige de tortuosos meandros, garante solemne de los juramentos de los dioses; El Piriflegetonte, (río de fuego) y el Cocito (río de los lamentos) formado por las lágrimas de los muertos que, no habiendo recibido las honras fúnebres debidas, andaban errantes por sus orillas hasta que les fuera permitido entrar en el Hades. El curso de estos ríos se junta para formar el Aqueronte, de aguas cenagosas. Para penetrar en el mundo de los muertos, el alma debe atravesar el río a bordo de la barca de Caronte, debiendo pagar un óbolo que se colocaba en la boca del difunto al siniestro barquero, sin el cual el alma permanecería en aquella orilla sin poder atravesarla por la eternidad.
Una vez atravesado el Aqueronte, las almas acceden a las Llanuras de Asfódelos, plantas que, con sus hermosas flores, tapizaban los Campos Elíseos y la antesala del Hades.
En estos campos vagan las sombras de los muertos y se sitúan los encuentros de la Iliada y la Odisea. En la Ilíada, Aquiles teme que Patroclo, desde el Hades, se entere de que ha entregado el cuerpo de Héctor, por lo que sacrifica en su honor animales y varios prisioneros troyanos. En la Odisea, posteriormente ya muerto, se le permite pasear con su gran amigo Patroclo por la gran llanura. También en la Odisea, el espectro de Agamenón se acerca a los de Aquiles y Ayax para conversar con ellos sobre la pasada vida. Odiseo conversa con Tiresias y ve a su madre Anticlea, que se había suicidado en su ausencia.
Son varios los héroes que, por distintos motivos, bajan a los Infiernos para posteriormente regresar al mundo de los vivos: Heracles baja a por Cerbero cumpliendo uno de los doce trabajos encargados por Euristeo. Orfeo acude a Hades para que le devuelva a su amada Eurídice. Teseo junto con Piritoo intentó raptar a Perséfone, siendo ambos retenidos en las sillas del olvido y siendo rescatado por Heracles cuando capturó a Cerbero. Odiseo, como ya hemos comentado, acude a Tiresias para saber su futuro. Eneas también lo visita en su largo periplo.
Después de pasar un tiempo en los últimos territorios, las almas se adentran en el mundo de los muertos, atravesando las puertas de los infiernos, situadas junto al Castillo de Hades y custodiadas por el temible Cerbero, perro de tres cabezas y cola de serpiente que custodia las puertas del Hades, nacido de Equidna y Tifón y hermano de Ortros, otro monstruo cánido.
Allí son juzgados por los tres hijos de Zeus, los Jueces Supremos Éaco, Minos y Radamantis, quienes los envían a sus diferentes destinos según los actos realizados en su vida anterior. La concepción pitagórica de los infiernos sitúa al Hades en una terminología plana, a la izquierda el Tártaro, a la derecha los Campos Elíseos.
La mayoría de las almas cogen el camino de la izquierda, las que necesitan purificarse pasan una estancia en el Érebo o Tártaro, según las faltas a expiar. La permanencia eterna en el Tártaro se reserva solo para los peores criminales (Tántalo, rey de Frigia, que dio como banquete a los dioses a su propio hijo Pélope. Ixión, rey de los Lápitas, que intentó seducir a Hera y fue engañado con una nube y de cuya unión nacieron los centauros. Licaón, Rey de Arcadia, que también ofreció a Zeus un niño como banquete, siendo fulminado y sus cincuenta hijos convertidos en lobos. Sísifo, hijo de Eolo, que burló al mismísimo Tánatos...) y estaría situado a más bajo nivel. Los peores suplicios se reservan a los que atentan contra la familia, los dioses (Hibris) y contra la vida, por lo que para los demás el Érebo es una especie de "purgatorio" en la concepción de los cristianos.
El camino de la derecha conduce directamente al Eliseo, donde no se conoce la enfermedad, una luz rosada lo ilumina eternamente y nunca se pasa frío ni hambre; y por él desfilan las almas más piadosas que se han destacado en vida. Los mayores premios son para los que dedican su vida a los demás, haciendo el bien al prójimo y a la familia; a los Campos Eliseos también se accede desde el Tártaro, una vez que las almas se han purificado de sus faltas. La estancia eterna en los Campos Eliseos solo está reservada para las almas excepcionales y las de los héroes, en contrapunto al Tártaro; las demás, después de una estancia gozosa son enviadas de nuevo a la vida.
Para ello, se dirigen a las praderas situadas al lado del Eliseo junto al río Leteo, del que deben beber para olvidar su paso por el mundo de los Infiernos, y un día después renacen en sus nuevos lugares y formas terrenales, tanto mejores según sus actos anteriores.
En el mito de Adonis, el cristianismo ya ve una prefiguración de la imagen de la resurrección de Cristo. El viaje de Orfeo a los infiernos y su consiguiente "vuelta" produjo una corriente de pensamiento alrededor de su figura como profeta de la Salvación; el "Orfismo" defiende que el mundo surgió de un huevo primordial, del que surgió la primera forma de vida, macho y hembra a la vez, que engendró todo, éste era Fanes "el brillante", o Eros. En esta concepción se encuadra el mito de Zeus y Zagreo, devorado siendo niño por los Titanes, por orden de la implacable Hera, y resucitado por Zeus, posteriormente Zagreo, ya denominado Yaco, preside el cortejo de los iniciados (o con Hermes Psychopompe) en el Hades. También Platón inspiró de alguna manera la religión monoteísta y el concepto de purificación de las almas.
Algunos autores sitúan los Campos Eliseos en las Islas Bienaventuradas, las cuales se refieren seguramente a las Islas Canarias
En El Parque del Buen Retiro, en Madrid, está situada la única estatua del mundo dedicada al "Angel Caído"
Fuentes:
- Internet:
artehistoria.com (Diversos artículos).
Foro de Rea
- Libros:
Diccionario de Mitología Griega y Romana de René Martín / Robert Graves
La Odisea de Homero.
La Eneida de Virgilio.